Javier Klimowicz: "El fútbol me estaba causando sufrimiento"
ENTREVISTA / JAVIER HERNÁN KLIMOWICZ LAGANÁ / EXARQUERO DE INSTITUTO DE CÓRDOBA, BLOOMING, DEPORTIVO CUENCA Y EMELEC
El exarquero de Emelec anunció su retiro tras 18 años de carrera. Describe los momentos dramáticos que vivió durante los dos años que estuvo sin jugar por una lesión de meniscos. Diario EL TELÉGRAFO lo visitó en su casa.
Javier Klimowicz decidió retirarse definitivamente del fútbol la noche del viernes 2 de diciembre. Eran las 22:00 y no podía dormir. Estaba solo en la habitación que le había asignado Emelec en la concentración del Polideportivo Los Samanes. Emanuel Herrera, su habitual compañero de cuarto no había sido incluido en la convocatoria del técnico uruguayo Alfredo Arias.
‘Klimo’ se había preparado un mate y estaba inquieto. Pese a que había sido llamado para ser el suplente de Esteban Dreer en el partido contra Universidad Católica, en el estadio George Capwell, quería salir del lugar e irse a casa. Pensó, caminó de un lado a otro hasta que dijo “se acabó”. Se tranquilizó y tomó su computador portátil y empezó a escribir su despedida. En menos de 15 minutos había tipeado 1.104 caracteres. Escribía lo que salía de su corazón. “Última concentración y se termina una etapa en mi vida, no es nada fácil esta decisión porque se termina lo que más amaba de chico y ahora de grande ya lo estaba casi sufriendo después de algunas lesiones”, arranca el texto.
Se tranquilizó y tomó su computador portátil y empezó a escribir su despedida. En menos de 15 minutos había tipeado 1.104 caracteres. Escribía lo que salía de su corazón. “Última concentración y se termina una etapa en mi vida, no es nada fácil esta decisión porque se termina lo que más amaba de chico y ahora de grande ya lo estaba casi sufriendo después de algunas lesiones”, arranca el texto.
Esta nota de despedida no fue púbica hasta el siguiente día cuando Klimowicz decidió colgarla en la red social Facebook. Su adiós se hizo viral en cuestión de minutos.
Usted dijo alguna vez que antes disfrutaba el fútbol y que ahora le causa sufrimiento, ¿sigue siendo así? ¿Es eso lo que lo llevó a tomar la decisión de retirarse del fútbol?
Así es. Me voy en el momento justo, pese a que era una idea que rondaba mi cabeza hace algunos años. Tenía miedo lesionarme otra vez. Tenía temor que alguna fractura más grave me impida en el futuro jugar con mis hijos. No quería que esa pesadilla se vuelva a repetir. Sentía que estaba sufriendo. Me costaba levantarme para ir a las prácticas. Ir de mi casa a las concentraciones era un suplicio. Odio las concentraciones, son una pérdida de tiempo. Me siento mejor en casa. Es lo único que no voy a extrañar del fútbol.
¿Perdió el encanto por el fútbol?
No, de ninguna manera. Perdí el entusiasmo por levantarme e ir a los entrenamientos. Perdí el encanto por las concentraciones innecesarias. Seguiré vinculado al fútbol. El lunes (hoy) viajaré a Argentina para sustentar mi tesis en la escuela de técnicos de la Asociación de Técnicos del Fútbol Argentino (ATFA) y recibir mi título de director técnico. El presidente Nassib Neme me ha ofrecido seguir vinculado al club. Quiero dirigir a las reservas del equipo.
¿Se cansó de jugar fútbol?
Más que cansancio siento miedo de volver a lesionarme y estar postrado en una cama dos meses como ya me ocurrió. En las últimas semanas le cogí un pánico indescriptible a las prácticas. Cada movimiento lo hacía con temor.
¿Es cierto que experimentó momentos de desesperación por la lesión de meniscos que lo alejó dos años de las canchas?
Así es. Los primeros dos meses no sabía qué tenía. Tenía la rodilla inflamada, me hacía exámenes pero no definían un diagnóstico. No podía apoyar el pie en el piso, menos caminar. Yo le pedía a Dios que al menos me permita moverme por mis propios medios. Estaba desesperado. Pasaba postrado en la cama contando las tejas del techo de las casas que veía desde mi ventana. Fueron momentos muy duros para mí y para mi familia, que estuvieron a mi lado en todo momento. Les agradezco por soportarme.
¿Quién más lo acompañó en esos momentos?
Si hay alguien a quien debo agradecerle es a Luis Idrovo, que era el gerente y coordinador del club. Él estuvo en los momentos más importante de mi carrera y no estoy hablando de los títulos que ganamos, sino de la lesión. Venía a mi casa, tomábamos mate, me llamaba 10 veces al día para preguntarme cómo estaba. Me llevaba a las rehabilitaciones. Fue más importante que los médicos porque él me curó la cabeza.
¿A qué se refiere?
Me ayudó a salir de la depresión que me produjo la inactividad, además ocurrió que en la última etapa de la recuperación me separé de mi esposa y ella regresó con mis cuatro hijos a Argentina. Me quedé solo acá. Tenía muchos problemas. Luis no tenía la obligación de estar conmigo, pero lo hizo. Luis me daba ánimos. Me decía que pronto me recuperaría y que iba a ser titular. Fue una etapa dramática. Él ayudó a que yo no bajara los brazos y gracias a eso se prolongó un poco más mi carrera.
¿Es decir que había pensado en retirarse antes?
Sí, pasó por mi cabeza, pero más fuertes eran las ganas de seguir jugando. Me convencí de que podía recuperarme pronto. Pero fue difícil ver cómo sufrían mis hijos por mí cuando me llevaban hielo para la rodilla a la habitación.
Fue traumático entonces.
Definitivamente. Hace poco a mi hijo mayor también lo operaron del menisco porque lo tenía un poco grande y en un mal movimiento se le rompió un poco. Me llamó llorando aterrado porque pensaba que iba a pasar por lo mismo que yo pasé. El doctor nos dijo que era algo pequeño, pero mi hijo me imploraba que viaje a estar con él. Mi miedo se trasladó a él. No ha olvidado lo que pasamos.
¿Lloró muchas veces mientras estuvo lesionado?
Los primeros meses todos los días, pero de impotencia porque no sabía qué tenía. Hasta cuando fui a Estados Unidos a tratarme con células madres porque tenía una infección generada por una bacteria. El médico me dijo “a mí no me importa que hayas estado parado 9 meses, no vas a poder jugar 8 meses más”. Eso me preocupó mucho, pero me reanimó el hecho de saber que me iba a recuperar. Y poco a poco me sentí mejor.
En ese sentido debo agradecerle mucho a Nassib Neme, que no escatimó esfuerzos para enviarme a la mejor clínica y con los mejores médicos. Por eso cuando regresé a entrenar no me importó firmar un nuevo contrato por menos plata. Fue una etapa traumática, sufrí mucho con ese tratamiento porque me sacaban sangre de la médula y grasa de las caderas, juntaban todo y luego me ponían cinco inyecciones al mismo tiempo en la rodilla. Fue doloroso pero ese procedimiento ayudó a recuperarme.
¿Cómo eran sus días durante los primeros dos meses lesionado?
Pasaba acostado, encerrado en mi cuarto. Recuerdo que bajé más de 15 libras en 28 días. Contaba las tejas de las dos casas que veía por la ventana. Ambas tenían 64, pero a veces contaba una o dos de más o sumaba menos y volvía a empezar. Pasaba horas así. Sabía que era de día o de noche por el pedacito de cielo que veía por la ventana. Le contaba todo eso a mis hijos y me decían que estaba loco. Mi exesposa subía y bajaba las escaleras unas 60 veces al día para atenderme.
Yo andaba con muletas y no podía bajar porque si lo hacía me iba a costar 10 veces más subirla. No podía ir al complejo Samanes a hacer terapia, no ver a mis compañeros entrenar era frustrante. No podía ver los partidos por televisión por la impotencia que sentía por no estar en la cancha con ellos. Me sentí abandonado, pero porque yo quise. Me aislé por completo de todos y de todo. No quería que me vean sufriendo. Una vez estuve internado tres días por una infección intestinal producto de las pastillas que debía tomar.
¿Es cierto que necesitó ayuda psicológica durante esa etapa?
Sí y me ayudó muchísimo. Tuve la mala suerte de que se fue a trabajar (el psicólogo) a Inglaterra hace año y medio y por eso no volví a verlo. Fue fundamental en mi recuperación y en otros problemas comunes de quien es padre, esposo, hijo y futbolista. Era mi desahogo. Ahora suelo ir donde un amigo que es coaching, me gusta más ese tipo de terapias porque se afrontan los problemas del presente en adelante, no se regresa a ver lo que ya pasó.
¿Es verdad que tuvo problemas con los doctores de Emelec y el galeno que lo intervino?
Se especulaba sobre una mala operación. Yo no puedo decir si un médico es bueno o malo. No sé si me operaron bien o mal. Lo que me pasó a mí le puede pasar a cualquier futbolista.
Tengo entendido que también lo visitaba mucho Marcelo Fleitas...
Nunca me abandonó. Estuvo conmigo en todo momento. Tomábamos mate, veíamos partidos juntos. Era mi vecino también, nuestras familias estaban siempre juntas. También me visitaba mucho Carlos Morán.
Pero su relación de amistad con Fleitas se fortalece cuando eran compañeros en Deportivo Cuenca. Recuerdo que uno de los hijos de Marcelo enfermó y usted fue su apoyo emocional.
Eso fue fuerte. Uno de sus hijos empezó a tener problemas en un ojo. Se le irritaba mucho y los doctores en Cuenca le habían dicho que era una infección normal y le mandaban gotas. Pero por esos días su familia viajó a Argentina y aprovechó para hacerle exámanes y allá le detectaron un tumor. El niño perdió el ojo. A Marcelo le dieron la noticia por teléfono. Quedó aniquilado y golpeado. Viajó inmediatamente para estar con él. Allá le dijeron que si hubiera pasado más de tiempo el tumor le comprometía el cerebro. Ellos se dieron cuenta del problema porque el niño pisaba a sus hermanos y se chocaba en las esquinas de la mesa y los muebles. No veía bien.
Ahora situémonos en 2010. Faltando dos fechas para terminar el torneo, el técnico argentino Jorge Sampaoli decidió que usted iba a ser titular en los partidos contra Independiente del Valle, Universidad Católica y las dos finales contra Liga de Quito. Marcelo Elizaga, que había jugado 38 de 44 partidos, iba a la banca de suplentes. ¿Cómo quedó su relación con el ‘Polaco’ después de esto?
Nunca fuimos amigos. Nuestras familias coincidían en reuniones, pero nada más allá de eso. Nos respetábamos mucho, él me abrió las puertas del club cuando yo llegué, pero no éramos de salir a comer como sí lo hacía con Marcelo Fleitas, por ejemplo.
¿Había disputa o envidia entre ambos?
Envidia nunca. Disputa sí, pero disputa sana por la titularidad. Eso es normal en cualquier equipo de fútbol. Cuando Jorge Sampaoli tomó esa decisión Marcelo me buscó y me dijo: “Klimo, tú no tienes la culpa así que dale para adelante”. Él sabía que era una elección del técnico.
Pero no la aceptaba. Recuerdo que el asistente Sebastián Beccacece llamó a Elizaga para comunicarle la decisión y este la rechazó y pidió ser excluido de la nómina de convocados.
Es entendible. Le dijeron que no iba a jugar porque había tenido bajo rendimiento en los últimos partidos, pero creo que fueron determinantes dos errores que cometió en los cotejos ante el Deportivo Quito en el Capwell y contra el Avai de Brasil, por la Copa Sudamericana.
¿Y cómo se lo comunicó a usted Sampaoli?
Me llamó por teléfono después del entrenamiento. Yo pensé que era para cobrarme $50 que le debía de una apuesta que hicimos jugando fútbol tenis, pero no. Me dijo: “Yo sé que ya firmaste con el Deportivo Quito, pero no me importa. Las últimas fechas y las finales las vas a jugar tú”. Yo ya estaba preparando maletas para irme un año a préstamo a ese club porque necesitaba jugar. Todo estaba arreglado. Neme también me llamó y me explicó que era decisión exclusiva del DT. Lamentablemente perdimos las finales. Elizaga terminó yéndose al Deportivo Quito y yo me quedé acá por pedido de la dirigencia.
¿Y jugaba bien Sampaoli el fútbol tenis?
Él tenía su equipo armado y ganaba mucha plata después de las prácticas. Jugaba muy bien. En una mañana ganaba unos $ 300.
¿Considera que este es el mejor director técnico que ha tenido en su carrera?
Definitivamente. Y después Gerardo ‘Tata’ Martino, quien me hizo debutar en Instituto de Córdova.
¿Recuerda alguna locura de Sampaoli?
Tomaba pastillas para dormir cuando viajábamos en avión. Pero no dormía, pasaba caminando de un extremo a otro en el pasillo. Siempre me ganó jugando tenis. Esa pica no me la pude sacar.
¿Qué tiene que agradecerle a Nassib Neme?
Que no me abandonó en los momentos más críticos. Aunque hay quienes piensan que era lo lógico porque tenía contrato con el club y no me podía dejar desprotegido. En cualquier otro club de Sudamérica se hubiera buscado la manera de rescindir el contrato, pero Emelec en lugar de hacer eso me lo renovaba.
¿Se lleva bien con Esteban Dreer?
Sí, pero no somos amigos. Fuera de la cancha no hacemos nada. Cuando estaba casado nos juntábamos más por las familias, pero ahora que estoy separado ya no voy a esas reuniones, me siento un poco incómodo en ese círculo. Hace poco hice un asado en mi casa, pero solo para la gente de utilería y médicos del club.
¿Con quién se lleva mejor?
En el fútbol tengo solo tres amigos: Pablo Pérez, Luis Miguel Escalada y Marcos Mondaini. Solo en ellos puedo confiar. Pérez vivió cinco meses conmigo cuando llegó a Emelec.
¿Y con algún técnico?
Me he llevado bien con todos. Pero más con Omar Asad y Gabriel Perrone. Omar hablaba mucho conmigo. Se dijo que se fue a San Lorenzo por la plata, pero la realidad es que él no se enseñó en Ecuador. Extrañaba mucho el asado familiar de los domingos viendo jugar a las divisiones inferiores de Vélez Sarsfield. Influyó también un intento de secuestro que tuvo la esposa en Argentina. Perrone me llamó dos horas después de que se supo lo de mi retiro para decirme que ahora empieza lo más lindo.
¿Tiene alguna relación de amistad con jugadores de Barcelona?
Con Máximo Banguera, Damián Lanza y Matías Oyola. Banguera me llamó el domingo que ganaron el título dos horas después del partido con Mushuc Runa. Yo había pensado llamarlo, pero él se me adelantó. Lo hizo porque había leído que me iba a retirar y quería saber si era cierto. Siempre hablábamos después de los partidos. Conversamos después de los clásicos, analizamos los cotejos. Yo lo llamé cuando ellos perdieron el primero de este año en el estadio Modelo. Para levantarle un poco el ánimo apostamos un asado y ellos ganaron 5-0 en el Monumental, así que aún le debo esa comida. La personalidad que tiene Máximo no la tiene nadie, por eso me fastidia cuando lo critican sin fundamentos. Cuando lo tocan salto sin pensarlo.
Por lo dicho piensa quedarse radicado en Guayaquil.
Así es. Tengo esa posibilidad de trabajo en Emelec y también tengo una pizzería y una clínica de rehabilitación física. Pero si tengo la oportunidad de dirigir o ser ayudante de campo de algún técnico iré a donde me pidan.
¿Es cierto que empezó cómo delantero?
Sí y mi hermano Diego era arquero. Pero un día intercambiamos roles en un entrenamiento y nos gustó. A él le gustaba más marcar goles y a mí impedirlos.
El título de 2004 con el Deportivo Cuenca o el tricampeonato con Emelec, ¿con cuál se queda?
Con el título de 2004 sin lugar a dudas porque fui partícipe del campeonato. En Emelec no tuve muchas oportunidades de ser parte de los procesos de consecución de los títulos por las lesiones. Lo que viví en Cuenca va a ser inolvidable. Además, allá nació uno de mis hijos. Me iba a retirar en el Cuenca, pero los problemas económicos que tuvo el club obligaron a los dirigentes a venderme a Emelec. Después vino la nacionalización y el llamado a la selección. Son experiencias que jamás olvidaré. (I)
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